Traducción original del artículo publicado por el anarquista negro Mário Domingues el 9 de septiembre de 1919, en el periódico A Batalha. Traducido desde la reproducción del texto en el libro A Afirmação Negra e a Questão Colonial: Textos, 1919–1928.
El otro día, en Estados Unidos, negros y blancos se amotinaron; hubo muertos y heridos; la sangre corrió por las calles.
¿Qué dijo Europa al respecto? Muy poco, muy poco; algunos telegramas lacónicos y nada más.
¿Por qué no se pronunció, por qué los periódicos no se hicieron cargo del asunto y mostraron a la gente de qué lado estaba la razón? ¿Será que unos cuantos muertos y heridos de más no merecen la atención de quienes han asistido impasibles a la pérdida de 15 millones de vidas, o será que conviene no tocar la verdad?
El hecho es que los negros están dando a los americanos algo que hacer.
Ex-esclavos, arrojados en medio de la evolución de la ciencia, que en el último siglo ha adquirido un desarrollo colosal, los negros se han educado, han visto lo inicuo que era para ellos la sociedad norteamericana, han comprendido sus derechos, que son iguales a los de los blancos, y, hasta que no los consigan, los disturbios no cesarán y la sangre no dejará de correr por las calles.
Quien quiera comprender en profundidad la situación de los negros norteamericanos debe notar la tremenda analogía de la lucha de los negros desposeídos de sus derechos contra los blancos que se los niegan y la lucha de los obreros engañados contra la burguesía que los engaña.
Al analizar de cerca los levantamientos actuales, se ve que tienden a un esfuerzo grandioso hacia la Igualdad y la Justicia — o degeneran en ello. Y lo de los negros en Estados Unidos no se queda ahí.
La prensa burguesa de Europa no ha hablado más ampliamente de esta cuestión, dándole la apariencia de un simple incidente, porque hablar de negros y blancos implica hablar de colonización, y la colonización, aún hoy, solo puede traducirse por una palabra — crimen.
Los gobiernos de un país civilizado, con el pretexto de exportar la civilización a los pueblos salvajes, se llevan el cañón que los mata y el comercio que los roba. Si colonizar es esto, la colonización es sin duda un crimen.
Exterminar a un pueblo, debilitarlo y bestializarlo con el alcohol, obligarlo a creer en un Dios improbable; fornicar a sus esposas e hijas; viciar el ambiente puro de las tierras del interior: ¡esta ha sido la misión civilizadora de Europa, esta es su cultura!
Y (¡oh, ironía!) ¡qué cómico es oír hablar del ilustre misionero, del distinguido roceiro [plantador colonial], de la poderosa compañía, de los apóstoles de la civilización!
Pero el verdadero tipo de colono hábil (según las hojas patrióticas aquí en casa) es el portugués.
Han pasado casi 500 años desde que los portugueses se establecieron en África y se puede ver cómo progresan las colonias. ¡Qué acción tan benévola! Los salvajes, si no saben leer, al menos saben ingerir decilitros de aguardiente de forma asombrosa; si eran fuertes y bellos debido a la vida libre y sana en las selvas, hoy están completamente transformados porque la sífilis, producto refinado de la élite europea, ya hace estragos allí, transmutando a los pobres negros en valiosos leprosos, en trapos civilizados.
De los portugueses, educados e instruidos como están, no se puede esperar de ninguna manera los ideales disolventes de la Libertad y el Amor.
Es una isla comúnmente conocida como la Pérola do Atlântico que ha sido la más fértil de genio e inteligencia en la actividad colonial. Esta isla es Santo Tomé, la colonia más rentable de la nación.
60 mil hombres negros importados de otras tierras africanas trabajan allí. La mayoría son ignorantes; la media de los que saben leer… debe ser algo así como uno por cada cuatro o cinco mil.
¿Dónde está la acción civilizadora de los blancos aquí? ¿Está en los 60.000 analfabetos? Debe ser seguro. Pero también está en los castigos corporales; en la comida deteriorada; en el trabajo agotador bajo un sol que lo quema todo y en la humedad que lo estropea todo; en la esclavitud hipócrita que aún se mantiene; en los juegos malabares con las condiciones de los contratos; en las mujeres prostituidas. Esto en la infame parcialidad de la mayoría de los curadores — enviados por los gobiernos para proteger a los trabajadores que se dan un festín en las plantaciones, en banquetes dados por los roceiros y pagados por la esclavitud, por el dolor de 60.000 almas. La civilización está en los sueldos de dos y tres escudos mensuales, sueldos que vuelven al bolsillo del patrón en las ganancias de baratijas y aguardiente que vende al negro vicioso por su culpa; ¡está en las persecuciones contra las voces sinceras que piden justicia!
La verdad ha sido silenciada, retenida; pero saldrá a la luz, dicha por no importa quién, apenas verá la luz del día.
Grito en voz alta para que la gente me escuche; en la Pérola do Atlântico, en Santo Tomé, ¿Entiendes? — ¡Se están cometiendo las más atroces barbaridades! ¡Hay individuos que se aprovechan de la ignorancia de 60.000 negros para gobernar como Neros, para enriquecerse a costa del sufrimiento de los demás! Estos son los que los periódicos burgueses, en una denigrante adulación al oro, honran con el llamativo título de apóstoles de la civilización. Pero no son más que ladrones, vulgares vándalos sueltos.
¿No he dicho que hablar de negros y blancos implica hablar de colonización, y que la colonización significa crimen?