Amerindios de la Guayana Francesa. Félix Tiouka, Presidente de la AAGF-EPWWAG se dirige al Gobierno y al pueblo francés (1984)

riot
15 min readApr 16, 2024
A la izquierda, Félix Tiouka en Awala el 09.12.1984.

Félix Tiouka fue presidente de la Association des Amérindiens de Guyane française (AAGF). Este discurso fue pronunciado el 9 de diciembre de 1984 en el primer Congreso de los Amerindios de Guayana Francesa, en Awala, en presencia de las autoridades administrativas locales y del estado. El discurso fue publicado por Survival International (Francia), en su revista trimestral Ethnies, droit de l’homme et peuples autochtones, Volumen 1 (número doble, junio-septiembre de 1985).

Nota de traducción: muchos de los términos para hablar de los indígenas de la Guayana Francesa/Lagwyann han cambiado desde los años 80. Por un lado, el término “amérindiens” (amerindios) fue sustituido por “peuples autochtones” (pueblos indígenas). Los nombres de estas naciones también han cambiado, el acrónimo EPWWAG componía las naciones anteriormente llamadas ÉMERILLONS — PALIKUR — WAYÃPI — WAYANA — ARAWAK — GALIBI, ahora se llaman mejor (en el mismo orden) TEKO — PALIKUR — WAYÃPI — WAYANA — LOKONO — KA’LINA. Desde 2017, una renovación de la política indígena ha llevado a una nueva construcción de coaliciones representada, entre muchos clubes y organizaciones, en la fundación del Grand Conseil Coutumier des populations amérindiennes et bushinenges (Gran Consejo Consuetudinario de las poblaciones amerindias y bushinenges) firmando el inicio de la representación de las naciones cimarronas. Este texto se traduce para celebrar la reunión de líderes consuetudinarios el 12 de abril de 2024 en Macouria para elegir la nueva representación tradicional de cada nación para los próximos 6 años.

NANA IÑONOLI

NANA KINIPINANON

IYOMBO NANA ISHEMAN

Discurso al Gobierno y al pueblo de Francia

Nosotros, el pueblo del EPWWAG, aceptamos una vez más entrar en el juego de la sociedad dominante y de sus responsables presentándoles hoy esta declaración de principios relativa a todas nuestras reivindicaciones territoriales, económicas, sociales y culturales.

Somos muy conscientes de nuestra situación como pueblo dominado, ya que hemos experimentado las dificultades y humillaciones a diario, y somos conscientes de las consecuencias de la acción que estamos emprendiendo porque sabemos lo que les ha sucedido a otros grupos indígenas que han iniciado este proceso de reivindicación antes que nosotros. Sin embargo, tras un largo periodo de reflexión y examen de nuestra actual situación territorial, económica, política, social y cultural desde diversos ángulos, hemos llegado a la conclusión de que no podemos permitir que se deteriore aún más como consecuencia de la negligencia secular de nuestro tutor legal, el gobierno francés, a la hora de defender nuestros derechos frente a los tiburones (elegidos) que acaparan nuestros territorios y sus recursos en beneficio de empresas privadas. Por el futuro de nuestro pueblo, de nuestra cultura y de nuestros hijos, tenemos el deber de hacer todo lo posible para obtener el reconocimiento de nuestros derechos como primeros ocupantes, de modo que podamos construir sobre esta base un futuro aceptable para las futuras generaciones.

Sabemos que ya no tenemos elección; debemos actuar ahora o aceptar marchitarnos dentro de la sociedad dominante.

Nos parece curioso que, como grupo cuyos derechos han sido continuamente burlados por los intereses y actividades del grupo dominante, sigamos teniendo la carga de la prueba y estemos obligados a demostrar la naturaleza de nuestros derechos y el alcance del daño causado a nuestros territorios y nuestra cultura. Esto nos parece tanto más sorprendente cuanto que sabemos perfectamente que el gobierno que usted representa es juez y parte en este caso, ya que representa ante todo los intereses de la mayoría blanca. También nos gustaría que se tuvieran en cuenta nuestras tradiciones culturales a la hora de elaborar estas normas. Entre otras cosas, no entendemos por qué sus juristas y legisladores quieren tener en cuenta en sus argumentos y decisiones solo el derecho escrito de origen europeo, ignorando totalmente los principios del derecho no escrito de los pueblos indígenas de América.

Tampoco entendemos por qué su noción de propiedad privada de la tierra debe prevalecer sobre nuestra noción de propiedad colectiva. La apropiación privada de la tierra y sus recursos nos parece la raíz de un sistema basado en la explotación del hombre por el hombre que nuestros antepasados siempre han rechazado tradicionalmente.

Somos representantes de sociedades comunitarias en las que la explotación de los recursos siempre se ha basado en la igualdad, y queremos preservar este principio. Contrariamente a vuestro sistema de valores, no queremos construir una sociedad en la que los intereses colectivos deban primar siempre sobre los intereses privados de los empresarios capitalistas.

De hecho, es bien sabido que los territorios que hemos ocupado desde tiempos inmemoriales no han sido objeto de ningún tratado o acuerdo y, por lo tanto, están sujetos a lo que ustedes llaman “reivindicaciones globales”.

¿Quiénes somos?

¿Qué queremos?

La Association des Amérindiens de Guyane française ÉMERILLONS — PALIKUR — WAYÃPI — WAYANA — ARAWAK — GALIBI (AAGF-EPWWAG), asociación legalmente registrada que representa los intereses de seis grupos étnicos de la Guayana Francesa.

Así pues, representamos a cerca de 4.075 amerindios.

Debido a nuestra proximidad geográfica y a nuestros estrechos lazos lingüísticos y culturales, decidimos unir nuestras fuerzas a principios de 1982 para estudiar un futuro económico, social y cultural mejor.

Nosotros, los pueblos del EPWWAG, éramos soberanos en el momento de la llegada de los primeros Europeos y su asentamiento en nuestras tierras. Disfrutábamos de todos los atributos de la plena soberanía: control y explotación de nuestro territorio y sus recursos, autosuficiencia económica y autonomía política. Teníamos nuestras instituciones, nuestra lengua, nuestra cultura, elaboradas durante milenios en perfecta simbiosis con las leyes de la naturaleza. Incluso si, a los ojos de los blancos, podíamos ser considerados como poblaciones primitivas, atrasadas y miserables, éramos tan conscientes de la calidad de nuestro sistema social y cultural basado en la igualdad para todos, que siempre nos negamos a transformarlo radicalmente para deleite de misioneros, administradores y otros empresarios. Fue, además, nuestra negativa a asimilarnos a los invasores y la negativa de estos a comprender nuestro propio sistema de valores y nuestras instituciones lo que nos condujo a una situación que, hoy en día, se nos ha hecho intolerable.

Más adelante esbozaremos la historia de nuestra dominación progresiva, que fue en realidad la penetración del capitalismo mercantil y del capitalismo industrial cada vez más profundamente en nuestras tierras.

Nuestra historia reciente es la de una larga lucha por la defensa de nuestros derechos soberanos, ya sea contra los cazadores deportivos, los colonos agrícolas, los industriales o los distintos representantes electos, ya sean de izquierdas o de derechas, que siempre les han apoyado en sus designios sobre nuestras tierras y recursos.

A pesar de todas las dificultades que hemos atravesado, a pesar de que se nos ha hecho retroceder y se nos ha confinado en territorios estrechos, que a día de hoy siguen pesando sobre nuestro pueblo (proyecto ZEP — Isla Portal), nunca hemos renunciado a nuestra soberanía y a nuestros territorios, que nuestros antepasados han ocupado y explotado desde tiempos inmemoriales.

Hoy creemos que el reconocimiento de esta soberanía debe constituir la base de la urgente y necesaria redefinición de nuestra relación con la sociedad dominante. Esta redefinición debe ser una oportunidad para que establezcamos nuestro control sobre las instituciones y los procesos de toma de decisiones que nos afectan más directamente en los ámbitos del desarrollo económico, la educación, la sanidad y los servicios sociales, así como la organización política local y regional, etc. En resumen, queremos restablecer y reforzar nuestros propios valores culturales en los ámbitos institucionales que nos conciernen, basándonos en tradiciones que se remontan a miles de años.

La referencia a nuestros valores tradicionales indica claramente que nos negamos a considerar válida la opción de asimilación progresiva a la sociedad dominante que está insidiosamente en marcha y que fomentan directa o indirectamente todos los agentes políticos, administrativos y económicos que tratan con nosotros.

Queremos seguir siendo amerindios y conservar nuestra propia lengua, cultura e instituciones.

Creemos que nuestros derechos como primeros ocupantes de una gran parte del territorio de la Guayana Francesa nos dan derecho a hacer esta elección. También creemos que los miembros de la sociedad dominante deben aceptar esta elección. Nos parece que su aceptación de nuestra elección es una de las condiciones esenciales para el establecimiento de relaciones duraderas entre nuestros diferentes pueblos. Si el multiculturalismo ha de ser realmente una de las características fundamentales de la sociedad guyanesa o francesa, el reconocimiento de la especificidad de la cultura amerindia es sin duda un elemento importante en la periferia.

Nuestras tierras ancestrales

Los territorios que nuestros antepasados han recorrido desde tiempos inmemoriales, explotando sus recursos naturales y dando nombre a ríos y bosques, abarcan una inmensa extensión de la Guayana Francesa (América). Actualmente, no estamos en condiciones de examinar esta zona con mucha precisión. Solicitamos un estudio en profundidad de los territorios, ya que la historia de los amerindios en este país es muy poco conocida.

Desde los tiempos más remotos, nuestros antepasados utilizaron estas tierras y sus recursos para asegurar su subsistencia y la de sus familias mediante la caza, la pesca y la recolección. Eran nómadas y recorrían grandes distancias. Conocían su tierra, su fuente de vida, tan bien como lo seguimos haciendo la mayoría de nosotros. Siempre hemos sido ante todo cazadores, viviendo en estrecha dependencia de la naturaleza y respetándola como nuestra madre, la proveedora de todos los bienes que necesitamos para sobrevivir.

En todas partes, la caza y la pesca de subsistencia siguen siendo actividades económicas importantes y proporcionan una proporción significativa de las necesidades alimentarias de nuestras familias. Seguimos dependiendo en gran medida de la caza y la pesca para nuestro sustento, según las tradiciones transmitidas por nuestros antepasados. No podemos concebir nuestra vida futura de otra manera que no sea estrechamente dependiente de la caza y la pesca que la tierra nos ha proporcionado. También queremos que sepan que, hasta la fecha, no hemos cedido nada de esta tierra. Hasta ahora, los agentes políticos y económicos de la sociedad dominante siempre han hecho oídos sordos. Ahora exigimos que nos escuchen con atención y estudien seriamente nuestras reivindicaciones.

La naturaleza de nuestros derechos

Nuestros derechos territoriales se basan en nuestra titularidad como descendientes de los ocupantes originales de la tierra cuya extensión, límites y uso tradicional acabamos de describir brevemente. Creemos que estos derechos aborígenes son equivalentes a los derechos de soberanía. No aceptamos que estos derechos se limiten a la estrecha noción de derechos residuales de caza y pesca que actualmente nos aplica el gobierno.

Afirmamos alto y claro que nuestros derechos aborígenes son derechos de soberanía, porque ¿cómo podría haber sido de otra manera en nuestra situación precolombina de completa autonomía económica, social, política, cultural y religiosa? Éramos dueños absolutos de la tierra y sus recursos, de los ríos y bosques que aseguraban nuestra subsistencia en total interdependencia con la naturaleza. No creemos que la llegada de extranjeros europeos a nuestras tierras, aunque fueran aceptados hasta cierto punto por nuestros antepasados, alterara nuestra situación de pueblo soberano sobre nuestros territorios. Sólo la conquista armada, o nuestro consentimiento tácito para enajenar nuestros derechos en beneficio de la sociedad dominante, podría habernos hecho perder esta soberanía. Pero nada de eso ha ocurrido. Sabemos, de hecho, que la posición de la sociedad dominante y su negación de nuestros derechos se basan únicamente en relaciones de poder.

Cuando la ventaja de vuestro número, vuestras armas y vuestra tecnología no era tan marcada como lo ha llegado a ser en el último siglo, vuestra actitud era muy diferente: éramos naciones aliadas que disfrutaban de su autonomía. Hoy, vuestra posición de fuerza y vuestro miedo a no tener acceso a nuestras tierras y a sus inmensos recursos os hacen retroceder en el reconocimiento de nuestros derechos soberanos. ¿Por qué solo los gobiernos blancos deben tener todos los derechos sobre la tierra y sus recursos, así como el control económico y político? Si nosotros, el pueblo amerindio, somos tan iguales como ustedes ante el Creador de todas las cosas, debemos poder disfrutar de los mismos derechos que ustedes.

El gobierno francés autoriza a decenas de miles de cazadores y pescadores llamados “deportivos” a capturar piezas de caza y de pesca en nuestras tierras. Al mismo tiempo, el mismo gobierno autoriza a las empresas forestales a talar los bosques. ¿Qué nos queda después de que todos estos operadores blancos hayan entrado en nuestras tierras y se hayan llevado la prioridad? Ahora nos toca recoger las migajas que caen de nuestra bien provista mesa en beneficio de otros.

Desde la perspectiva del respeto de los equilibrios ecológicos, que siempre ha sido nuestro planteamiento, el reconocimiento de los derechos de usufructo exige respetar la interdependencia de los principales elementos de los ecosistemas: suelo, agua, vegetación y fauna. Nuestra educación tradicional nos ha enseñado a preservar los hábitats de los animales terrestres y los peces de los que dependemos para alimentarnos. A pesar de los impresionantes conocimientos acumulados por sus biólogos, me parece que aún no se han dado cuenta de que las actividades forestales industriales, así como las actividades recreativas de carácter genético y haliéutico, son incompatibles con el respeto de los derechos de usufructo de los pueblos amerindios.

No queremos derechos de usufructo de este tipo, como tampoco queremos que nuestros derechos aborígenes se definan como derechos de usufructo un poco más amplios. Reconocemos que esta noción de derechos de usufructo es una trampa que conduce inevitablemente a que las empresas privadas tomen el control de los recursos de nuestras tierras que les parecen más rentables en un momento dado: la cubierta forestal, el subsuelo mineral, los recursos de la fauna salvaje.

Creemos que la transposición en el contexto actual de nuestros derechos de soberanía afecta a todos los recursos de nuestros territorios y no sólo a la caza y la pesca. Una vez más, se trata de un abuso de poder incompatible con la noción de igualdad de los seres humanos y de los grupos humanos, que es la base de nuestra ley no escrita.

La naturaleza de nuestra relación con la tierra y sus recursos, que sustenta nuestro derecho amerindio, es fundamentalmente distinta de la suya. Nuestros principios jurídicos se basan ante todo en las necesidades de la comunidad y pretenden garantizar que todos tengan el mismo acceso a la tierra y sus recursos.

De ahí la preocupación por preservar la naturaleza y garantizar la renovación constante de sus recursos, en beneficio de nuestros hermanos y hermanas y del bienestar de las generaciones futuras. Observamos que su derecho se basa en principios totalmente opuestos: debe garantizar que intereses individuales o corporativos disfruten del uso exclusivo de la tierra y sus recursos en detrimento de otros miembros del mismo grupo, de la misma sociedad. No es difícil ver que un sistema así conduce, por un lado, al abuso y despilfarro de los recursos renovables y no renovables y, por otro, a una distribución muy desigual de la riqueza colectiva. No queremos aceptar su modelo de sociedad y nos mantenemos fieles a nuestro modelo de sociedad comunitaria en la que los derechos colectivos priman sobre los individuales.

Además, no aceptaremos que el hecho de que ciertas partes de nuestras tierras ancestrales no hayan sido utilizadas durante periodos más o menos largos se utilice como argumento para limitar su naturaleza o su extensión geográfica. Si hemos sido evacuados de determinadas zonas, la responsabilidad debe atribuirse a los agentes políticos y económicos que han fomentado la invasión de nuestras tierras mediante la colonización agrícola, la explotación forestal, etc. No se nos puede culpar honestamente de ello.

No se nos puede culpar honestamente de que ya no utilicemos tierras que nos fueron arrebatadas sin nuestro consentimiento. Además, la penetración industrial en nuestros territorios ha provocado inevitablemente cambios importantes en nuestras actividades tradicionales de subsistencia. Debido a nuestro sistema de valores, totalmente diferente del suyo, hemos sido las víctimas inconscientes de estas transformaciones, a menudo brutales y rápidas. Nuestro destino nos ha eludido durante mucho tiempo y, en gran medida, hemos sido víctimas de todo tipo de manipulaciones. Hoy afirmamos nuestra voluntad de poner fin a esta situación y tomar nuestro destino en nuestras manos. Por último, nos negamos a que la extinción de nuestros derechos territoriales sea el principio básico de cualquier acuerdo entre el gobierno de la sociedad dominante y nuestros seis pueblos.

En un futuro inmediato, por tanto, queremos trabajar para que la sociedad dominante reconozca nuestros derechos (aborígenes), en lugar de abolirlos.

Negación y violación de estos derechos

Desde que los europeos pisaron por primera vez nuestra tierra, nuestros derechos fundamentales han sido constantemente pisoteados por ellos. La propia expresión “descubrimiento de nuevas tierras”, representa un insulto a todos los pueblos aborígenes de América que conocían al dedillo estas tierras y llevaban milenios explotándolas. La negación del Otro, de su especificidad y de sus derechos, ha ėté siempre una de las características de la prepotencia de los pueblos europeos que se ven a sí mismos como los portadores de la antorcha de la única verdadera civilización y de la única verdadera fe. Desde esta perspectiva etnocéntrica, nuestras tierras debían ser conquistadas, nuestros pueblos civilizados según vuestro sistema de valores. A pesar de todos sus esfuerzos por asimilarnos a su civilización, supimos resistir victoriosamente.

Hasta entonces, habíamos podido conservar el uso de la mayor parte de nuestras tierras, así como nuestras actividades y cultura tradicionales. Al integrarnos en circuitos religiosos, éstos tuvieron sin duda efectos nefastos en nuestras poblaciones. Entre otras cosas, ciertas enfermedades que desconocíamos y contra las que no teníamos inmunidad natural, como la viruela, causaron estragos considerables entre los grupos étnicos. Así diezmados demográficamente, apenas pudimos oponer una resistencia eficaz a la penetración de nuestras tierras por la colonización, ni a la violación de nuestros derechos por los gobiernos de la sociedad dominante, preocupados únicamente por promover el desarrollo económico y social de la mayoría blanca. Nos hemos visto obligados a ir cada vez más lejos para refugiarnos y practicar nuestras actividades ancestrales, apretujados en territorios más pequeños.

Todavía tenemos que evaluar plenamente los efectos combinados de todas sus actividades como parte de la sociedad dominante, sobre nuestros derechos territoriales, nuestra economía y nuestra cultura, pero ya está claro que somos las víctimas de lo que ustedes llaman con orgullo su “civilización” y su “desarrollo”.

Nos habéis aplastado bajo la apisonadora de vuestro progreso tecnológico. Nos habéis ignorado como pueblos y como individuos con derechos iguales a los vuestros. Habéis invadido nuestros territorios y saqueado nuestros recursos, ignorando nuestro derecho más fundamental a seguir viviendo de la tierra. A cambio de nuestros recursos, no nos habéis mostrado más que ignorancia y desprecio.

Ya no nos dejamos engañar tan fácilmente por las buenas palabras y reconocemos, bajo esta propuesta aparentemente progresista, la negación de nuestros derechos ancestrales y nuestro deseo de seguir siendo lo que nunca hemos dejado de ser, amerindios. ¿Cómo podemos confiar en un gobierno que niega a otros pueblos lo que reclama en nombre del pueblo franco guyanés, es decir, el reconocimiento del derecho a la soberanía como pueblo diferente?

Face à l’ignorance profonde du gouvernement français vis à vis de nos droits les plus fondamentaux et à la négation de notre volonté d’exister en tant qu’Amérindiens descendants des premiers occupants de ce département, nous nous adressons une fois de plus à notre tuteur légal, le gouvernement francais, pour qu’il prenne les dispositions nécessaires pour que nos droits soient reconnus. Nous ne voulons pas non plus devenir des Français comme les autres ou même “à part entière”. Nous voulons obtenir la reconnaissance de nos droits aborigènes, c’est à dire, la reconnaissance de nos droits territoriaux, de notre droit à demeurer Amérindiens et à développer nos institutions et notre culture propres.

Nos revendications

Après avoir acceuilli amicalement les Blancs sur nos terres et subi en retour toutes les vexations que nous venons de vous décrire, le temps est maintenant venu pour nous de réclamer justice et d’exiger la reconnaissance de nos droits fondamentaux en tant que peuple distinct de la société blanche dominante, en tant que peuples améridiens et premiers occupants de ce pays. L’essentiel de nos revendications porte sur la reconnaissance de nos droits territoriausx en tant que peuples souverains, de notre droit à prendre en main notre propre développement économique social et culturel. Dans cette perspective, nos positions de bases peuvent être résumées dans les 9 propositions suivantes :

1. Como pueblos culturalmente autónomos antes de la llegada de los europeos, queremos ser reconocidos como pueblos con derecho a la autodeterminación.

2. Como pueblos indígenas, descendientes de los primeros habitantes de los territorios de esta parte de América, que es la Guayana Francesa, exigimos también que se reconozcan nuestros derechos de soberanía sobre estas tierras.

3. Nos negamos a que la extinción definitiva de estos derechos se convierta en una condición previa para cualquier acuerdo con el gobierno de la sociedad dominante.

4. Nos oponemos a cualquier nuevo proyecto de explotación de los recursos de nuestros territorios por parte de los miembros de la sociedad dominante y mientras no se reconozcan nuestros derechos.

5. Queremos controlar la explotación de nuestras tierras y sus recursos en el futuro.

6. Queremos que la base económica proporcionada por el control de nuestra tierra garantice nuestro bienestar económico, social y cultural para las generaciones venideras, como ėt era antes de que fuéramos invadidos por comerciantes, colonos e industriales.

7. Queremos tomar las riendas. De nuestro desarrollo en todos los aspectos y no seguir dejándolo en manos de los miembros de la sociedad dominante.

8. Queremos basar nuestro desarrollo en los valores y tradiciones que nos legaron nuestros antepasados y que hemos desarrollado durante miles de años en armonía con nuestro entorno natural y social.

9. En el futuro, queremos tratar de igual a igual con los gobiernos de la sociedad dominante y dejar de ser considerados como pueblos inferiores.

En los próximos dos o tres años, queremos analizar en profundidad la naturaleza de nuestros derechos territoriales, el uso pasado y presente de nuestras tierras tanto por nuestros pueblos como por la sociedad dominante, y empezar a definir un programa de desarrollo socioeconómico destinado a garantizar progresivamente nuestra autonomía económica, social, educativa, cultural, etc.

Siguiendo el ejemplo de otras asociaciones indígenas que nos han precedido, pedimos al gobierno francés, protector de nuestros derechos e intereses, que nos proporcione los medios financieros necesarios para llevar a cabo dichos estudios.

Y para concluir este escrito, les pedimos que reflexionen sobre el significado de las palabras que figuran en la portada: NANA IÑONOLI. NANA KINIPINANON. IYOMBO NANA ISHEMAN (Amamos y apreciamos nuestra tierra).

Félix Tiouka

--

--

riot

Anti-authoritarian thoughts and post-identity politics. Original texts, translations and archives in French, English and Spanish. @riots_blog